Sobre la almohada de la tristeza hay una lágrima que emerge de la ingratitud. Nudo en la garganta de la impotencia. Un peso de cruz en el hombro del cansancio . La trama de cada gesto en las indiferentes presencias ausentes. La sangre se agota en la azarosa tarea de recorrer ese cuerpo sobresaltado, apretujado entre las redes. Ya las piedras lastiman sus rodillas, cansadas de levantarse ante el desamor. Ella está en el borde de la angustia, aguardando el velero de esos ojos.
Hay un secreto sobre otro y en cada intersticio de la mirada y del silencio. Apilados, retorcidos, oxidados, herméticos. Usan máscaras, guiños, simulan. No rompen sus cadenas. Jamás.