El domingo me habló en sus silencios, colgó de mi alma la espera, el hueco del llanto , la luz verdadera rozó mis quebrantos. Los seres humanos despojados muchas veces nos sentimos, pero Dios nos trae sus regalos: una vecina amable con quien dialogamos, la niña que pasa y se queda a nuestro lado, la brisa,el canto de los pájaros, de Dios el misterio, el saber que a pesar de todo¡andamos!.
Mi madre me llevaba en su vientre por esta calle, que hoy sabe de mi historia y sus detalles, este pasaje tan breve, como la vida que circula en mis venas hecho poesía.
Ella iba con su panza grande y redonda bajo el sol de junio o entre la fronda, entre la fronda amarilla de paraísos recorriéndola toda, desde mi inicio.
Imagino sus pasos , era tan joven, casi como ahora mi nieta primera , tenía entonces veintiún años ,la vida plena y yo latiendo junto a ella y sus quimeras.
Por Trento vi pasar a los italianos. con sus trajes típicos y a sus mujeres llevando sobre las testas grandes canastos con la ropa lavada y otros enseres.
Este pasaje me vio siendo muy niña, contemplar al lechero ordeñar su vaca, jugar a la popa bajo la viña rebosante de grandes uvas moradas.
La puerta de mi casa había sido tallada por las hábiles manos de un carpintero: Mi padre que en aquel campo ideales sembrara y en el Swift fuera incansable obrero.
Por esa puerta un día fui hacia la escuela y otro recibí de mi amor los besos, fui vestida de novia hacia la iglesia para iniciar la etapa del hogar nuevo.
Esa puerta fue balanceada por mis pequeños Y vio entrar en las fiestas a la alegría, pero también esa puerta que hizo mi padre tuvo que despedirlo , en su partida.
Y era por Trento que cada cosa iba pasando mientras la vida un día se vestía de mariposas y otros lloraba en la gris llovizna.
Esa llovizna cayendo sobre los techos de las antiguas casas de este pasaje, charquitos que albergaban barquitos hechos con papeles de diarios, sin equipaje.
Recuerdo que la calle , era de tierra y es obvio que si llovía se hacía barro, éramos felices entonces metiendo en ella chapoteando entre gritos los pies descalzos.
Por Trento un día partió mi hijo y fue la última vez que yo lo vería, entonces me aferré a Dios y a mi crucifijo y supe lo que era morir en vida.
También por Trento quiso el destino mi madre fuera al supermercado, había un revuelo entre los vecinos: ¡a una anciana indefensa habían matado!.
Nunca fue Trento tan dolorosa, sin comparar, como la vía que Cristo hiciera, hoy sin embargo vuelvo a la rosa que en el jardín de mi madre antes floreciera.
Y entre tan grandes penas Dios nos corona con esa fortaleza que nos sostiene, Él es quien nunca nos abandona Y quien siempre en nuestro auxilio viene.
Y a pesar de todo la vida avanza en cada casa con pesares y alegrías somos los forjadores de la esperanza de crear entre todos la gran familia.
Hoy mi nietito recorre el pasaje Trento, sobre los hombros de mi hijo, o con su tío, con su madre y hermanas, con el abuelo y Trento se convierte en un gentío.
¿Entienden porqué yo amo tanto a Trento, a su gente, sus historias , junto a las mías? Aquí forjé lo más puro del sentimiento, y aquí fue donde me hice mujer y me hice poesía.
Él cocina para mí, Me sirve, Me alcanza, Responde, De inmediato A mis solicitudes Diarias. Pero él ¿me ama?. Él está sentado Siempre Del otro lado Del muro: Una mesa. Y muy pocas veces Me besa. El hace ese ruido Constante Furtivo Del mate Cautivo. El mira de frente La pantalla Siempre. Ignora Aborrece la computadora Que ocupa mi mente Pues él Está ausente. Si yo lo seduzco Él siempre responde Es algo muy propio De todos los hombres. Mas si yo no avanzo Él sigue ese curso Que le marca el fútbol Sin darle descanso. Él cocina para mí, Me sirve, Me alcanza, Responde, De inmediato A mis solicitudes Diarias. Pero él ¿me ama?.